27 abril 2007

Abril, el mes más cruel, se va acabando con estos versos de Antonio Gamoneda que encontré la otra tarde en El País (es bueno confirmar que los periódicos sirven todavía para algo).

AMOR

Mi manera de amarte es sencilla:
te aprieto a mí
como si hubiera un poco de justicia en mi corazón
y yo te la pudiese dar con el cuerpo.

Cuando revuelvo tus cabellos
algo hermoso se forma entre mis manos.

Y casi no sé más. Yo sólo aspiro
a estar contigo en paz y a estar en paz
con un deber desconocido
que a veces pesa también en mi corazón.


Y yo, ya era hora, me voy unos días de viaje.

22 abril 2007

"Sólo en nuestra imaginación o en los sueños los seres que amamos ocupan el lugar que les corresponde"
(Cristina Peri Rossi: La nave de los locos)

17 abril 2007

Bastaría una vez

Por fin he encontrado este vídeo de la versión italiana de Desolado de Pastora.
Una vez, o dos o tres, qué más da. La noche me encuentra más tarde o más temprano.
Y con el tiempo me he acostumbrado a jugar contra cartas marcadas, tanto que he empezado a sospechar que ya sólo persigo ese momento en que las manos me rebosan de ilusión y la razón ha perdido (temporalmente) la batalla.
Hay adicciones peores, la verdad.

Hace tiempo había un anuncio en TV (creo que era de un coche, no recuerdo la marca) que decía algo así como sólo me arrepiento de las cosas que no he hecho.

Me gusta esa sonrisa pero me gusta todavía más después, cuando baja la mirada y sonríe para dentro...
Me gusta la gente que sabe contarse historias a si misma.

13 abril 2007

Aquel invierno, en algunas noches no demasiado frías, caminaba por la calle con los guantes en la mano, como un personaje escapado del siglo XIX.

10 abril 2007

Como dos serpientes

Era una tarde de julio y la habitación toda resplandecía de luz azul, charlábamos, no recuerdo ya de qué, pero aún podría sentir la caricia de sus palabras en mi nuca, añorar el peso leve de su cuerpo que se cosía al mío.

En la vida -o quizá debiera decir en mi vida- hay escasos momentos para no pensar y ese fue uno de ellos. Entonces lo dije:
Somos como dos serpientes.
Y sentí su risa haciéndome cosquillas por la espalda.

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06 abril 2007

La torre vigía

"Las paredes, el suelo, la bóveda, desaparecieron de mi vista. Y me hallé solo, frente a una gran ventana abierta en la nada, a través de la que se agitaban, con vida propia, infinidad de partículas doradas, rojas, verdes. Un joven guerrero apoyaba el pie sobre la testa de un dragón, y, a su espalda, se adivinaba el contorno de un mar, o de una estepa, pero lejanos y luminosos; y no estaban hechos de agua, ni de seca tierra, sino de la misma luz, acaso. Entonces, me vi a mí mismo saltando a lomos del caballo que fuera de mi amada ogresa, con mi túnica blanca y mi espada negra; me vi hostigando mi montura, y al fin, enfurecidos por igual jinete y caballo, saltamos hacia la fantasmal ventana; y me vi huir hacia el campo abierto. Contemplé, así, mi propia cabalgadura, jinete sin freno, hacia una llanura tan vasta que resultaba imposible adivinar su confín. Y me alejé, más y más, estepa adelante; y pude verme cada vez más pequeño, más borroso, más lejano: hasta desaparecer definitivamente en el polvo.
Regresaron entonces las paredes, la bóveda y el suelo. No había ventana alguna, ni destellos de vida lucientes, movibles y desazonados. Tan sólo el muro de la capilla, y sus húmedas piedras, donde el musgo asomaba por entre las junturas. Oí nuevamente relinchar en el pórtico a mi caballo. Desenvainé la espada y grité, a los muros y a mi conciencia, que no iría por propia voluntad hacia mi extinción; que jamás galoparía, tan ciega y neciamente, en pos de mi propia agonía. Que nunca sería un dócil y apagado habitante del polvo, tan ansioso y presto a devorarme."

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