10 abril 2007

Como dos serpientes

Era una tarde de julio y la habitación toda resplandecía de luz azul, charlábamos, no recuerdo ya de qué, pero aún podría sentir la caricia de sus palabras en mi nuca, añorar el peso leve de su cuerpo que se cosía al mío.

En la vida -o quizá debiera decir en mi vida- hay escasos momentos para no pensar y ese fue uno de ellos. Entonces lo dije:
Somos como dos serpientes.
Y sentí su risa haciéndome cosquillas por la espalda.

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