24 febrero 2010

A las tres de la tarde, y después de tantos días de lluvia, enfilo el inicio de la autopista bajo un cálido sol de primavera mientras fantaseo con seguir muchos kilómetros más lejos,
pero obedientemente cojo el primer desvío y me sumerjo de nuevo en una fila de coches que espera con paciencia el acceso a la rotonda.

Definitivamente necesito un casco
de guerra.

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