Tocar el fuego
28 marzo 2006
24 marzo 2006
Sólo queda una vela

Estaba esta tarde con mi sobrina (casi cuatro años) y de pronto se puso a cantar esta canción.
Y me la hubiera comido a besos.
Pero seguí escuchándola cantar.
Cuando sea mayor se lo contaré. Y volveremos a cantarla juntas.
23 marzo 2006
Matriuskas
Y ahora tengo una multitud de muñequitas rusas que me miran y se ríen: ésta es una de ellas:
Aquel verano, una tarde en que el sol como un enorme globo rojo y magnetizante caía muy lento sobre el horizonte y la playa pareció llenarse entera de gaviotas, nadé mar adentro detrás de ti, muy lejos, hasta que la orilla no fue más que una línea turbia en el celeste desvaído del atardecer. Y en aquella extensión azul, calma, sin olas, con el sol hundiéndose en el agua mecido por el desconcertante chillido de las gaviotas, yo me dejaba flotar como si me entregara voluntariamente en las manos de un antiguo dios que ya hubiese escrito mi destino, sin pensar, sin saber. Yo no sabía entonces, te juro que no sabía.
………
Me despertaba temprano, antes que nadie, todavía no hacía calor y la mañana aparecía limpia, prometedora. Al rato te sentía también despierta. ¿Qué podías pensar en aquellos amaneceres de julio con el cercano rumor de las olas llenando el silencio? ¿Por qué, igual que yo, no dormías? Y como ya empezaba a no creer en la casualidad de las coincidencias mi deseo se disfrazaba de intuición -cuantas veces después me habré engañado de esa misma manera- mientras imaginaba felices afinidades que te hacían más cercana, más igual a mí, menos inaccesible. Luego te levantabas pronto y sola. Al cabo de un rato, incapaz de soportar tu ausencia, me decidía por fin a seguirte y enseguida, desde la orilla te miraba levantar columnas de espuma en un mar azul denso. Y entre el temor –siempre aquel miedo- de que te molestara mi presencia y el deseo de seguir viéndote allí nadar desafiando a las corrientes frías, a la soledad de la playa en la mañana, a las olas que jamás te hacían parar o perder el ritmo, me quedaba –ya incapaz de hacer o decidir algo- sentada junto a tu ropa en la arena húmeda, envuelta en esa magia que sólo se hace posible a los diecisiete años, hasta que un rumor de voces –llegaban los demás y el hechizo quedaba roto- instauraba de nuevo la existencia del mundo para recordarme otra vez la dolorosa brevedad de los milagros.
20 marzo 2006
Por si te acuerdas de mi cumpleaños

17 marzo 2006
Invítame a desayunar
Cuando salí del trabajo un inquietante viento de lluvia agitaba las sombrillas recogidas de las terrazas de los bares.
Mal día para ser turista.
Y sacudí la cabeza por si el dolor se iba.
Por eso no protesté cuando, al acercarme a la estación, empezaron a caer las primeras gotas y sentí su caricia fría refrescarme apenas los ojos y empezar a enturbiarme (¡oh, no!) las gafas.
Esta tarde
las botas ya están secas y la estufa empieza a caldear demasiado la habitación
pero sigue lloviendo
y habrá que cambiar los planes para mañana.
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16 marzo 2006
"Alguien que no soy yo"
Alguien que no soy yo lleva la cuentade las horas felices, de las tardes
en que tuvo al amor como aliado,
de las noches libradas cuerpo a cuerpo.
Alguien que no soy yo sale de casa
y rompe sus cadenas, como aquellos
que, tras cumplir con su dolor, un día
cualquiera se fugaron de la muerte.
Ese alguien eleva
su corazón al cielo;
abarca el horizonte
y elige su destino,
aunque al final se interne
dentro de mí y escriba.
María Sanz (Paseo de los magnolios)
10 marzo 2006
Cercanías
Es viernes y el tren va medio vacío. Desde mi asiento al lado de la ventanilla veo como el sol que acaba de salir va salpicando el mundo de un leve color rosado. Y me atrapa el recuerdo de alguien a quien había decidido olvidar.
Está claro, no tengo voluntad.
08 marzo 2006
Marzo es mi mes
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07 marzo 2006
06 marzo 2006
"Alabanza de la piedra caliza"

"...cuando intento imaginarme un amor sin fallos,
o la vida por venir, lo que escucho es el murmullo
de arroyos subterráneos, lo que veo es un paisaje de roca caliza." (W.H. Auden)
A pesar del cansancio, de los músculos que se quejan a cada paso,
de la cara quemada por el sol o los labios resecos por el frío,
hay que estar allí, levantar la vista y comprender que ninguna palabra es suficien

02 marzo 2006
7:16 a.m.

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