23 abril 2006

Ella

(Maruja Torres)
"Ella se las arregla para estar siempre cerca. No importa lo que ocurra alrededor, no importa siquiera que ella no esté realmente. Pasan los años y las personas se escapan como los días, seguidas por un mastín a quien nadie ha conseguido poner correa. Un lengüetazo de goma de pan borra presencias y sentimientos que creímos escritos con fuego, no con lápiz. Pero ella sigue ahí, perseverante y fiel, con una tenacidad que, cuando me sé especialmente débil, me da hasta miedo.
Las dos hemos hecho un montón con nuestra historia, un rebujo en el que todo cabe: los buenos recuerdos y los malos, lo que ni siquiera merece recordarse y la ansiedad, nostalgia de futuro por lo que no conocemos, lo que no amamos y lo que no hemos podido visitar. Las dos nos encontramos de tanto en tanto, cada una sentada con paciencia de india a un lado del montón, y cambiamos miradas que quieren decir todo. Quizá nunca nos atrevamos a prender fuego a la ropa vieja, porque la ropa vieja nos une, la ropa usada y perdida y finalmente menospreciada entona una canción que se mete en la sangre, una tonada antigua que enlaza nuestras vidas, las hermana.
Ella se las arregla para estar siempre cerca, en los grandes cataclismos que conmueven el alma, en las pequeñas fiestas que una nunca se atreve a compartir con nadie. Ella vigila el flujo de mi soberbia y la creciente de mi desesperanza, pasa suavemente la yema de sus dedos por el borde de mi inquietud. Ella me sabe como yo la sé, y aún ahora, que estoy bastante segura de encontrarme su mano cuando alargo la mía, me admiro preguntándome cómo he podido vivir tanto tiempo sin ella y me aterra pensar que la puedo perder. Ella no es mi conciencia, ni mi espejo, ni mi teoría ni mi sueño. Tampoco es un proyecto ni una espera ni un complemento ni una historia acabada o una historia inservible. Tiene ojos y cuerpo y una vida funcionando al margen de la mía que funciona al margen de la suya. No es una utopía ni una metáfora. Bebe, come, duerme, llora, sufre, goza, juzga y, a veces, hasta se muestra insoportablemente indigna. Lo prodigioso es que eso, todo eso, es capaz de hacerlo conmigo. No es mi conciencia ni mi espejo. Es mi amiga."

Durante varios días y sin motivo aparente me venían insistentemente a la memoria frases de este artículo, así que lo rescaté de la carpeta donde dormía: el papel se ha vuelto amarillo y tiene esa consistencia levemente terrosa que van adquiriendo los periódicos con el paso del tiempo. Lo dejé encima de la mesa porque sé que a menudo la memoria se comporta como un organismo autónomo dentro del complejo entramado que somos nosotros mismos y que en algún momento más tarde o más temprano iba a encontrar una respuesta.
Respuestas que suelen llegar también de un modo insólito, aparentemente a destiempo y en la situación más absurda, y ha sido esta mañana mientras preparaba el desayuno cuando lo supe, entendí que yo siempre había querido poner en esa "ella" un nombre y apellidos, una fecha de nacimiento, una historia común, perdurable y constante a lo largo del tiempo desde aquellos diez años en que la conocí cuando tropezamos y nos caímos jugando un partido en el patio del colegio, pero que en mi caso no era así, que mi amiga es una suma de nombres, de rostros que se fueron hace años y no he vuelto a ver, de risas y confidencias que compartieron mi camino durante algunas etapas, de manos que todavía siguen aquí, más o menos cerca, de rostros que aún no conozco (¿por qué no?), y también, por supuesto, de algunos ellos que sé que se sentirán orgullosos de que los incluya en ese mi pronombre femenino, tercera persona, singular...
Un beso, a todas.

Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

  • ecoestadistica.com