10 junio 2007

Es peligroso asomarse al exterior

Esta noche hace calor y humedad. Y he vuelto a casa antes de lo que pensaba.

El jueves fui a ver a mi doctora. Le llevé el informe del especialista. Lo leyó y escribió algo en el ordenador, mientras lo hacía me fijé en sus manos: llevaba varios anillos y escribía con tres o cuatro dedos nada más. Me hizo gracia verla escribir así.

“Me han dicho que ya no tengo que volver más, que en la radiografía sólo se ve una cicatriz”, “Bueno, pues ya sabes que la tienes“.

Sí, ya lo sé. No se lo dije, pero a veces me duele, aunque no es dolor exactamente, voy andando sola por la calle y siento un pinchazo en el costado izquierdo, es más bien un aviso, una advertencia, eh, que sigo estando aquí, ah…vale. Y recuerdo aquel día que salí a la calle y se me hacía tan difícil andar.

Lo que más me fastidia es que aquella bala no llevaba mi nombre, simplemente estuve en el sitio equivocado en el momento equivocado y me expuse más de lo conveniente. Muchas veces pienso en aquellos letreros pequeños, blancos, de letras negras, que hace años se veían bajo las ventanillas de los trenes. Siempre quise robar uno pero al final nunca lo hice.

Me he pasado media vida siendo más buena de la cuenta. Y no compensa.

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