09 agosto 2007

Que te escriban tus fantasmas


"Querida Ingrid. Te escribo ahora cuando debería de haberte escrito hace tres meses. Espero y deseo que el tiempo no se alce como enemigo de esta carta.
La última vez que hablé contigo fue por teléfono. Tu llamada estaba impregnada de angustia, chorreaba desesperación; pero como ya era habitual en ti, lo disimulabas con dejos de ironía, de burla sarcástica. No me pedías nada y, sin embargo, entendí que necesitabas alguien con quien vomitar sin escrúpulos. Recuerdo que te dije: Espérame. Voy enseguida.
Y fui y estuve ante la puerta de tu piso. Iba a llamar al timbre cuando oí un batir de ventanas: como un vendaval en el interior, un huracán que se paseara por las habitaciones, rompiera las cerámicas y espejos, derribara muebles...
Se apoderó de mí un terror insuperable: tuve miedo de encontrar tu cadáver. Lo nuestro había acabado hacía unos meses y yo aún guardaba la llave del piso. Podía haber abierto, pero pensé que me estabas tendiendo una trampa, que ésa iba a ser tu venganza: mostrarme tu desnudez de muerta, tu desnudez irreversible de suicida, una desnudez que estaría parodiando nuestras desnudeces felices.
Ni abrí ni llamé al timbre: eché a correr escaleras abajo... Creo que he estado corriendo desde entonces.
Escríbeme, por favor. Apelo a nuestros más bellos recuerdos.
Delia


(Escrito a mano, con letra distinta, se lee al final de la carta: Nunca necesité que se apiadaran de mí, que me tuvieran lástima. Ni entonces ni ahora he buscado en el amor o la amistad otra cosa que ternura. Esta carta ya no me sirve. Si te ha servido para aliviar tu conciencia..., allá tú y tus complejos de culpa. ¡Que te escriban tus fantasmas!)

(Epístola ante portam. Raúl Ruiz. El alfabeto de la luna)

Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

  • ecoestadistica.com