01 noviembre 2006

Porque nunca se sabe



Tiempo de domingos solitarios, de anocheceres súbitos, de no saber qué ropa ponerse.
Tiempo de esperar trenes mientras se hace de noche, de fumar un cigarro y dar una vuelta y otra y otra y apagarlo de pronto contra la acera pensando que en el fondo no te gusta fumar. Tiempo de volver a clase después de tanto tiempo, de echar de menos el frío, de cargar con libros y cuadernos, de disfrutar de la clase, de disfrutar del “recreo”, de preguntarte por qué ella te elige justo a ti para hacer esa broma. Tiempo de recordar que ni siquiera eso es demasiado importante.
Tiempo de cenas improvisadas mientras la lluvia acaricia los cristales, de historias susurradas alrededor de una botella de vino, de horas que pasan volando y, ya de vuelta a casa, quedarte dormida con una sonrisa sin pensar en mañana.
Tiempo que acecha a la vuelta de la esquina, quizá dispuesto a concedernos ese ansiado deseo que al cabo se volverá sentencia.
Por eso, por si acaso, hay que tener mucho cuidado con lo que se pide. Y es que nunca se sabe.

2 Comments:

At 3/11/06 6:26 p. m., Blogger Unknown said...

No me acuerdo quién decía que hay más lágrimas derramadas por los deseos que se realizaron que por lo que no se cumplieron jamás. Nos cuesta entender que, por ejemplo, que te toque la lotería no significa que seas feliz, que seas rico o que puedas dejar de trabajar.

 
At 11/11/06 2:24 a. m., Blogger Pilar M Clares said...

Sí sí, pero perder los deseos tampoco es recomendable. La lotería la quiere tanta gente que pierde gracia, aunque yo la tengo ahí guardada para cada vez que pasa una estrella fugaz.

Y cada día se me ocurren muchos. Sin ansiedad, por favor, que son tan solo deseos.

Un saludito, prima, de fin de semana. Mañana, migas.

 

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